1982. LA FORMACIÓN DEL PRIMER GOBIERNO SOCIALISTA
Las elecciones de octubre de 1982 dieron una abultada mayoría absoluta al PSOE. El resultado de las elecciones se debió no sólo al atractivo electoral del partido socialista sino al carisma de su líder Felipe González. Al resultado tan favorable también contribuyó la fragmentación de la Unión de Centro Democrático y del Partido Comunista. Había, además, un deseo del pueblo español de cerrar definitivamente el proceso de la transición consolidando la democracia en España. El poder del partido socialista se incrementaría poco después con las elecciones municipales y autonómicas de 1983 que confirmaron su preponderancia en todos los escalones de la administración del Estado.
La primera legislatura socialista estuvo marcada por un objetivo modernizador y regeneracionista más que socialdemócrata, aunque la entrada en el Mercado Común permitiría incrementar a finales de la década el gasto público y avanzar en la construcción del estado del bienestar. Se trataba, en palabras del moderado Felipe González, de que España funcionara y de que hubiera menos pobreza, o, en otros términos, de desarrollar una gestión eficiente liberalizadora con cohesión social. La principal línea de fractura de esta acción de gobierno sería el desencuentro con UGT y el alejamiento respecto a la tradicional cultura obrerista del partido.
Después de un correcto traspaso del poder ejecutivo por Leopoldo Calvo-Sotelo, Felipe González formó gobierno en diciembre de 1982. Pese a ciertas dudas, Alfonso Guerra ocupó la Vicepresidencia lo que permitía una mejor coordinación del gobierno con el partido y el grupo parlamentario, en el que cedió la portavocía al socialista riojano Javier Sáenz de Cosculluela.
En realidad, el sistema político español de monarquía parlamentaria no obligaba a que los miembros del gobierno fueran diputados, dejando un gran margen de discrecionalidad a Felipe González para la designación de los ministros. El presidente del gobierno y secretario general del PSOE tampoco estaba obligado a recibir el visto bueno de la dirección central del partido para la designación de los ministros, aunque el vicesecretario general presionó para promover a diversas personalidades.
En el primer gobierno González formaron parte políticos socialistas de diversas procedencias. En realidad, parecía un gobierno de coalición del PSOE con la antigua nueva izquierda antifranquista, sobre todo la de origen católico, surgida desde finales de los años cincuenta. La única ausencia era la excepcional presencia de antiguos comunistas, aunque con el transcurso de la década algunos fueran nombrados miembros del equipo gubernamental, entre ellos, los ministros Enrique Múgica, Jorge Semprún y Jordi Solé Tura.
Para el importante ministerio de Economía fue nombrado el socialdemócrata confeso madrileño Miguel Boyer. Formado en el liceo francés, formaba parte de una familia con antepasados que habían sido estadistas como el republicano azañista Amos Salvador. A comienzos de los años sesenta había formado parte del sector de la Agrupación Socialista Universitaria que se había integrado en las Juventudes Socialistas, para integrarse plenamente en el PSOE en el verano de 1965 desde una perspectiva marxista. Participó en la renovación del socialismo madrileño en 1970, renunciando a liderarlo, dada su carrera profesional en el Banco de España y en el Instituto Nacional de Industria. Aunque en diciembre de 1976 había sido elegido miembro de la comisión ejecutiva del PSOE, renunció al poco tiempo, abandonando brevemente el partido en 1977 debido a su convicción socialdemócrata. Miembro prominente del grupo federal de Economistas, fue elegido diputado en 1979, considerándosele responsable futuro del área gubernamental económica, que durante la Transición tenía la categoría de vicepresidencia del gobierno, lo que trajo consigo futuros enfrentamientos con Alfonso Guerra. Para el ministerio de Industria fue elegido el socialdemócrata navarro del PSOE, Carlos Solchaga, que asumiría en 1985 Economía y Hacienda. El relativamente joven ingeniero y catedrático, formado en Estados Unidos y Francia, Josep Borrell, desempeñó sucesivamente secretarías de Estado en los Ministerios de Economía y Hacienda, para ascender a la categoría de ministro en 1991.
Los Ministerios de Transportes e Interior los desempeñaron Enrique Barón y José Barrionuevo, que provenían de USO y de la Federación de Partidos Socialistas, mientras que Obras Públicas recayó en Julián Campo, proveniente del izquierdista grupo de origen cristiano de los años sesenta, el Frente de Liberación Popular.
Barrionuevo fue recomendado por el ministro saliente ucedista Rosón y siguió una política continuista, iniciándose, además, la acción contraterrorista del GAL, por la que fueron condenados años después el ministro y otros cargos.
Otros tres antiguos “felipes” desempeñaron carteras ministeriales: Agricultura fue para Carlos Romero mientras que el sociólogo José María Maravall gestionó Educación y Narcís Serra Defensa. Hay que tener en cuenta que González había trabado amistad en sus años estudiantiles católicos con diversos miembros del FLP, como Ignacio Quintana, que sería promovido más adelante a la subsecretaría de Cultura. Maravall se convirtió en el principal ideólogo socialista reflexionando sobre la acción de gobierno de forma privada ante el presidente, además de conseguir aprobar las leyes de reforma universitaria (LRU), de ciencia y la reguladora de la enseñanza no universitaria, que mantuvo los centros concertados debido al Concordato.
Las relaciones tanto de Guerra como de Boyer con estos ministros de procedencia histórica ajena al PSOE no sería precisamente buena a lo largo de la primera legislatura socialista. El Vicepresidente consiguió colocar en las subsecretarías o secretarías de Estado de diversos Ministerios a cuadros históricamente más vinculados al PSOE. Por ejemplo, Francisco Ramos Fernández-Torrecilla en Administración Pública, encabezado por Javier Moscoso, que provenía de los socialdemócratas de Fernández Ordóñez; la subsecretaría de Interior la desempeñó el jurídico militar malagueño Carlos Sanjuán; y María Izquierdo, en Administración Territorial con el jurista Tomás de la Quadra Salcedo. La catedrática y primera directora de la fundación Pablo Iglesias, Carmina Virgili, desempeñó la secretaría de Estado de Universidades. Otro socialista madrileño, el profesor Baltasar Aymerich, miembro del Grupo de Economistas y concejal de Hacienda en el Ayuntamiento de Madrid, que había sido acusado por su compañero Alonso Puerta por presunta corrupción, fue nombrado subsecretario de Obras Públicas y Urbanismo con Julián Campo.
Para Asuntos Exteriores fue promovido Fernando Morán, diplomático de carrera y antiguo militante del PSP de Tierno Galván, senador por Asturias desde 1978, mientras que el antiguo responsable de las relaciones internacionales del partido, Luis Yáñez, pasaba al Instituto de Cooperación Iberoamericana y su hermano Juan Antonio, se ocupaba de los temas internacionales en Presidencia. El relativamente joven socialista manchego Manuel Marín desempeñó la decisiva secretaría de Estado para las relaciones con la Comunidad Europea. El veterano diplomático e intelectual, Gonzalo Puente Ojea, autor de ensayos que analizaban al catolicismo como ideología, fue nombrado subsecretario de Asuntos Exteriores antes de pasar a ser embajador ante el Vaticano en 1985.
Otros dos miembros del núcleo central socialista fueron ministros de Trabajo y Cultura. Para Trabajo, una vez que los dirigentes de UGT descartaron formar parte del gobierno por imposición de Nicolás Redondo, fue nombrado Joaquín Almunia, que había desempeñado sucesivamente las responsabilidades de área en la dirección de asuntos sindicales y estudios y programas.
El catedrático Javier Solana fue relegado al Ministerio de Cultura, rodeándose de gestores independientes del aparato del PSOE, provenientes del PCE, del FLP o de la Federación de Partidos Socialistas. Felipe González quiso que Solana estuviera en el gobierno, aunque no le pudo encontrar acomodo en Industria o Educación como éste hubiese deseado. Alfonso Guerra hubiese preferido que Salvador Clotas hubiese desempeñado esa cartera, debido a su interés personal por la Cultura.
Solana, sobrino del intelectual liberal Salvador de Madariaga, había ingresado en el PSOE en 1965, ampliando estudios en Estados Unidos, para desempeñar la secretaría de prensa del PSOE durante la transición. Entre sus colaboradores estuvieron el editor y escritor proveniente del exilio, Jaime Salinas, que desempeñó inicialmente la dirección del Libro, y la cineasta Pilar Miró, que ocupó otra dirección general. Dada la importancia que se daba a la Cultura en la construcción del proyecto socialista y el peso político de Solana, el Ministerio tuvo un fuerte crecimiento presupuestario. Un antiguo comunista, Mario Trinidad, y el profesor “convergente”, Miguel Satrústegui, desempeñaron sucesivamente la subsecretaría del Ministerio.
Narcís Serra, alcalde de Barcelona, fue el nuevo ministro de Defensa, continuando la opción de Calvo-Sotelo después del golpe de estado de febrero de 1981 de que fuera un civil y no un militar el ministro del área. Procedente del FLP y del refundado partido socialista catatán su designación pareció sorprendente por no tener ninguna especialización política en los temas de defensa, lo que no impidió que logrará culminar la “transición” militar, eliminando su autonomía política.
El Ministerio de Justicia fue gestionado por el magistrado Fernando Ledesma, con un segundo en la subsecretaría, el profesor de filosofía del derecho Liborio Hierro, discípulo de Elías Díaz. Finalmente, el Ministerio de Sanidad, clave para la construcción de un incipiente estado del bienestar, fue desempeñado por el socialista catalán e historiador económico Ernest Lluch, acompañado en la subsecretaría por el médico Pedro Sabando, proveniente también de la Federación de Partidos Socialistas.
Alfonso Guerra constituyó un gabinete en Presidencia de Gobierno que, con ayuda del catedrático Virgilio Zapatero, secretario de Estado para las Relaciones con las Cortes, y de técnicos como Roberto Dorado, director del Gabinete con rango de subsecretario y el economista Paco Fernández Marugán de subdirector y el periodista Eduardo Sotillos, que era responsable de la portavocía del Gobierno hacia los medios de comunicación, controlaba las relaciones entre los diversos ámbitos del poder legislativo y ejecutivo. Julio Feo fue nombrado secretario del presidente del gobierno con rango de subsecretario. El gabinete de Presidencia preparaba los expedientes para la comisión de Subsecretarios. Alfonso Guerra, además, a partir de 1985 presidiría las reuniones semanales de la comisión de Subsecretarios, que preparaban los Consejos de Ministros. Guerra también controlaba un comité de “análisis” o estrategia, conocido como los “fontaneros”, que preparaba diversos estudios y proyectos, colaborando en la elaboración de los programas electorales, así como el comité electoral.
Además, siguiendo el modelo político-administrativo francés, para los gabinetes de los ministros fueron nombrados cuadros cercanos al partido, esperando ejercer una especie de “comisariado” político. Algunos ministros percibieron a estos gabinetes como una tentativa de Alfonso Guerra para controlar su gestión. En cualquier caso, los gabinetes ministeriales aseguraron el enlace con el grupo parlamentario para la discusión de los proyectos de ley.
En el seno de la Comisión de Subsecretarios, que se reunía todos los miércoles, se producirían frecuentes enfrentamientos políticos entre las diversas áreas ministeriales, lo que trajo consigo frecuentes dimisiones y destituciones durante la primera legislatura socialista.
LETRA INERNACIONAL, 2022